miércoles, 12 de septiembre de 2012

VIDEO: LA HISTORIA DE LAS UNIVERSIDADES


DEPARTAMENTOS DE LAS UNIVERSIDADES DE LA HISTORIA MODERNA


Departamentos de Historia Moderna

ANDALUCIA
Universidad de Huelva. Historia II.
Universidad Pablo de Olavide Departamento de Geografía, Historia y Filosofia. Área Historia Moderna.
Universidad de Sevilla. Departamento de Historia Moderna.

ARAGÓN

ASTURIAS
Universidad de Oviedo. Departamento de Historia.

BALEARES / ILLES BALEARS
Universidad de las Islas Baleares / Universitat de les Illes Balears. Departament de Ciències Històriques i Teoria de les Arts.

CANARIAS
Universidad de La Laguna Departamento de Historia.
Universidad de Las Palmas de Gran Canaria. Departamento de Ciencias Históricas.

CANTABRIA

CASTILLA-LA MANCHA
Universidad de Castilla-La Mancha. Departamento de Historia.

CASTILLA Y LEÓN
Universidad de León. Departamento de Historia.

CATALUÑA / CATALUNYA
Universidad Autónoma de Barcelona / Universitat Autònoma de Barcelona. Departament d'Història Moderna I Contemporània.
Universidad de Barcelona / Universitat de Barcelona. Departamento de Historia Moderna.
Universidad de Gerona / Universitat de Girona. Universidad. Departament de Geografia, Historia e Historia del Arte.
Universidad de Lérida / Universitat de Lleida. Departament d’Historia.
Universidad Pompeu Fabra / Universitat Pompeu Fabra. Departament d’Humanitats.
Universidad Rovira i Virgili / Universitat Rovira i Virgili. Departament D'història I Història De L'art.

EXTREMADURA
Universidad de Extremadura. Departamento de Historia.

GALICIA
Universidad de La Coruña / Universidade da Coruña. Departamento De Humanidades.
Universidad de Santiago de Compostela / Universidade de Santiago de Compostela. Departamento de Historia Medieval e Moderna.
Universidad de Vigo / Universidade de Vigo. Departamento de Historia, Arte e Xeografía.

MADRID
Universidad de Alcalá. Departamento de Historia II.
Universidad Autónoma de Madrid. Departamento de Historia Moderna.
Universidad Carlos III de Madrid. Departamento de Humanidades y Comunicación.

MURCIA
Universidad de Murcia. Departamento de Historia Moderna, Contemporánea y de América.

NAVARRA / NAFARROA
Universidad Pública de Navarra / Nafarroako Unibertsitate Publikoa. Departamentos de Historia y Geografía.

PAÍS VASCO / EUSKADI
Universidad del País Vasco / Euskal Herriko Unibertsitatea. Departamento de Historia Medieval, Moderna y de América.

RIOJA, LA

VALENCIA / VALÈNCIA
Universidad de Alicante / Universitat d’ Alacant. Departamento de Historia Medieval, Historia Moderna y Ciencias y Técnicas Historiográficas. Área de Historia Moderna.
Universidad Jaime I / Universitat Jaume I. Departament d'Història, Geografia i Art.
Universidad Miguel Hernández de Elche / Universitat Miquel Hernández d`Elche. Departamento de Arte, Humanidades y Ciencias Sociales y Jurídicas.
Universidad de Valencia / Universitat de València. Departament d'Història Moderna.

UNIVERSIDADES DE ÁMBITO ESTATAL
Universidad Nacional de Educación a Distancia (U.N.E.D.). Departamento de Historia Medieval, Moderna y Ciencias y Tecnicas Historiograficas.

EL MODELO DE HUMBOLDT DE LA UNIVERSIDAD MODERNA


Con la consolidación del poder militar prusiano sobre el austríaco y el bávaro, se comienza a sentir en el territorio germánico el influjo creciente de la idea de unificación, aun cuando ésta levantase algunas reservas entre los mismos actores.
De alguna manera, la educación alemana al inicio del siglo XIX tendrá características propias, cargadas de esta motivación política.
Guillermo von Humboldt retoma las enseñanzas de Herder, Fichte y Schleiermacher, herederos a su vez de Kant y Hegel. Contrariamente a la propuesta francesa, von Humboldt postuló una universidad fincada en el cultivo de la ciencia pura, que implicó también un replanteamiento de los estudios preparatorios para el ingreso a la universidad, por lo que se puede decir que la reformulación alemana es igualmente profunda y total.
La idea de universidad germana supone que la ciencia se cultiva en las Academias, es- decir, entre los maestros ya consagrados a ella. Los estudiantes, por el contrario, apenas se han iniciado en los primeros ejercicios intelectuales, en el Gimnasium. Por tanto, la universidad se concibe como el punto de reunión de ambos contingentes. Resuena un poco el ideal hegeliano del espíritu que se explicita; de esa forma la universidad encarna el ideal, que ninguna de las dos partes posee por separado. Este supuesto teórico dio como resultado una nueva estructura del trabajo propiamente universitario y con ello, un nuevo modelo de universidad.
Para que el encuentro pudiera efectuarse, la universidad debía estar dotada de los ámbitos que correspondiesen a cada uno de los agentes de la vida universitaria. Los profesores, expertos en las diferentes ciencias, deberán estar reunidos según sus propias disciplinas; por su parte, los alumnos deberían contar también con el espacio que les permitiese entrar en contacto con los expertos.
De esta forma se reinterpretan las antiguas estructuras. En efecto, las Facultades acogen a los estudiantes, a quienes se les propone un currículum, que les pondrá en la ruta del encuentro. Para los profesores se concibe una nueva estructura, el Departamento, definido por la disciplina en la que sus miembros son versados. Todo profesor que ingresa como miembro propietario a un Departamento, automáticamente pasa a ser también miembro de la Academia correspondiente.
La facultad solicitará del departamento los profesores que necesite para cubrir los requerimientos académicos emanados del currículum. El departamento se nutrirá de las investigaciones que realicen sus miembros propietarios.
El afán de la universidad alemana se centra en una idea de educación para la ciencia con una dosis muy fuerte de autoformación de los estudiantes, mediante el contacto con los expertos consagrados al cultivo de la ciencia y congregados en los departamentos disciplinarios que integran la facultad.
En resumen, mediante estos dos modelos la institución universitaria moderna adquirió dos dimensiones: la primera y más enfática consistió en formar profesionistas; la segunda, más restringida y exigente, tuvo a su cargo la formación de científicos y expertos en las distintas disciplinas.
Ambos rasgos correspondieron a exigencias muy específicas de Francia y de Alemania en el siglo pasado. En efecto, a la expansión imperial napoleónica le era necesario contar con expertos profesionistas en diversas ramas del hacer y del producir. La medicina, la ingeniería en todas sus ramas, desde la industrial a la civil, la administración pública de un estado con nuevas características, la explotación de materia prima, (proveniente de las colonias) y la elaboración manufacturera de ésta, exigían nuevas y más competentes profesiones que fueron encargadas a la universidad.
Por otro lado, el deseo largamente acariciado de unir en una gran nación a los antiguos Principados del Sacro Imperio, produjo en Alemania la exigencia de una educación que contribuyera a concretar la idea de una racionalidad creciente a través de la cual, según Hegel, se manifiesta el espíritu humano. De ahí la necesidad de cultivar la ciencia pura, como expresión diáfana de la racionalidad.
En ambos ejemplos del siglo XIX se puede observar con claridad el influjo de un movimiento contrapuesto -semejante al sístole y al diástole de la humanidad, que alguna vez utilizara Goethe. Al movimiento expansivo francés respondió el movimiento contractivo alemán. Cada uno a su modo impactó a la educación, a la universidad y a la expectativa social. Ambos también, aunque de distinto modo, contribuyeron al replanteamiento del quehacer universitario. De esta manera, a la búsqueda del saber por el saber mismo y del inquirir en torno a las inquietudes humanas más profundas, siguió el impacto universitario en la sociedad, mediante las profesiones y el cultivo de la ciencia.
Se puede afirmar que la acción de la universidad entró en una paradoja, pues se vio ampliada y restringida a la vez. Se amplió a una población estudiantil creciente, en virtud de la oferta de nuevas licencias para ejercer actividades profesionales en la sociedad; se amplió también porque retomó en su seno a la ciencia, que había sido desplazada por las sociedades científicas y las academias. Sin embargo se restringió, pues la reflexión sobre las aspiraciones más profundas y genuinas del hombre y de la sociedad se desarrolló en otros ámbitos, como el político, a través de, por ejemplo, la acción de los nacientes partidos socialistas, más que en el educativo en sentido estricto. Obviamente, contribuyó a esta restricción el cambio del énfasis social global dado a las actividades productivas y laborales, propio de la incipiente era industrial.
Ambas corrientes se unieron posteriormente y, de maneras muy diversas, impactaron a todas las universidades hasta nuestros días. Como una consecuencia de este influjo y de las adaptaciones correspondientes, la universidad ofreció a los miembros de la sociedad durante la segunda mitad del siglo XIX y la primera del XX, alternativas profesionales y científicas que fueron avanzando y haciéndose más sofisticadas, conforme lo fue requiriendo el avance científico y tecnológico.
Llegados a este punto es lícito preguntarnos por el futuro de esta maravillosa institución, que permanece como mudo y vivo testigo de otros tiempos. Pues a pesar de los cambios, es la única que continúa congregando a maestros, oficiales y aprendices en un mismo recinto, como antiguamente lo hicieran los gremios.

LAS PRIMERAS UNIVERSIDADES DE LA EDAD MODERNA


Utilizando como referencia las fechas de aprobación pontificia y regia, podemos esbozar la siguiente periodización universitaria peninsular en la Edad Moderna: 
  • Universidades fundadas antes de 1475: Barcelona, Lisboa/Coimbra, Gerona, Huesca, Lérida, Perpiñán, Salamanca y Valladolid; además de la extinta de Palencia.
  • Universidades fundadas entre 1475 y 1600: Alcalá, Almagro, Ávila, Baeza, Évora, El Escorial, Gandía, Granada, Irache, Oñate, Orihuela, Burgo de Osma, Osuna, Santiago de Compostela, Sevilla, Sigüenza, Tarragona, Toledo, Valencia, Vich y Zaragoza.
  • Fundadas entre 1600 y 1700: Mallorca, Oviedo, Pamplona, Solsona, Tortosa.
  • Fundadas entre 1700 y 1800: Cervera y La Laguna (Canarias)

 

Universidades peninsulares hacia 1625 
Mapa de las universidades españolas en la épocaEn este contexto de expansión y diversidad, las tres universidades mayores castellanas de Salamanca, Valladolid y Alcalá adquirieron la categoría de verdaderas universidades de la Monarquía, y actuaron como centros dinámicos de atracción y proyección, atenuando la incidencia de las fuerzas centrípetas, territoriales y locales. Fue en estas circunstancias cuando se configuró el estereotipo de Salamanca, que, a partir de los siglos XVI y XVII, constituirá (en la imaginación colectiva) una de las más famosas referencias simbólicas de la cultura española. 
Por su parte, el resto de los conventos-universidades y colegios-universidades dieron origen a las que convencionalmente se llamarían «universidades menores». Tendieron éstas a atender las necesidades culturales y religiosas de entornos locales, y fueron por ello apoyadas por prohombres y notables destacados. Fueron creadas, en su mayoría, por mecenas eclesiásticos, y algunos seculares, que las dotaron con rentas del diezmo, deuda pública o patrimonios personales. Las cátedras lo fueron en número reducido, limitándose a unas cuantas de gramática latina, derecho o medicina, así como de artes liberales y teología en el caso de los conventos. No obstante, la posibilidad que brindaban para realizar estudios locales, sin los costes de desplazamiento y estancias, al tiempo que las menores exigencias y mayor facilidad y baratura de los grados, contribuirían a mermar la clientela de las grandes universidades imperiales, conforme nos adentremos en los siglos XVII y XVIII. 

En medio de esta plétora, conviene distinguir, también, los colegios-universidades, con enseñanza propia y otorgamiento de grados, de otro tipo de colegios, vinculados a universidades preexistentes. La mayoría de sus fundadores fueron jerarcas de la Iglesia, y destinaron sus instituciones a la acogida de estudiantes pobres, preferentemente clérigos, posibilitándoles, de este modo, protección y cobijo. Con el tiempo, muchos de ellos se desviaron de las intenciones fundacionales y fueron dando cabida a grupos privilegiados y oligarquías de letrados. En contraste con sus homónimos de París u Oxford, se trata mayoritariamente de estudiantes residentes, que acuden a las aulas públicas de la universidad central. Únicamente los llamados colegios mayores (seis en total, San Bartolomé, Cuenca, Oviedo y Arzobispo, todos ellos en Salamanca, Santa Cruz de Valladolid y San Ildefonso de Alcalá) se constituyen como comunidades de licenciados o graduados expectantes y pretendientes de cátedras y cargos burocráticos, y tan sólo en el caso del mayor de Alcalá coinciden con un colegio-universidad. De este modo, en la morfología urbana, y a lo largo de los siglos modernos, un cinturón de colegios seculares y de conventos regulares fue ciñendo los recintos universitarios de mayor prestigio. 

Por su parte, las Américas de los siglos XVI y XVII constituían territorios periféricos dentro del ámbito general de la Monarquía Hispánica. Las iniciativas académicas que se plantearon en ellos tomaron como referencia las soluciones peninsulares de la metrópoli: el modelo de convento-universidad vinculado a órdenes religiosas concretas, o el modelo corporativo claustral, más complejo, significado en Salamanca, y aplicado en los centros administrativos virreinales de Lima y México a las universidades de patronato regio allí fundadas. Sin embargo, el modelo de colegio-universidad no parece que contó con patronos privados de suficiente garantía y estabilidad económica. Pues bien, las universidades hispanoamericanas fueron evolucionando al calor de fuertes intereses locales, vinculadas a sus clerecías y a los oficios medios de la administración colonial. Salamanca, universidad prototípica del modelo claustral corporativo en el ámbito cultural hispano, estuvo más presente en Lima o México que en las restantes universidades conventuales de la América Hispana; pero el patrón salmantino se readaptaría posteriormente, y se iría acomodando a las condiciones concretas de los nuevos territorios ultramarinos.

LA UNIVERSIDAD DE LA EDAD MODERNA


La Edad Moderna: Universidades 



Con el advenimiento del Estado Moderno de los Reyes Católicos y de los Austrias las universidades medievales peninsulares van a convertirse, progresivamente, en universidades de la Monarquía Hispánica en expansión, verdaderas universidades del Imperio, vivero de profesionales de la administración y la política en la Península, en las Indias y en los territorios hispanos de Europa. Al mismo tiempo, tras los conflictos religiosos de las Reformas, se transforman en bastiones del catolicismo militante, con una proyección internacional que desbordaba sus viejos orígenes regionales. 
Por ello, entre 1475 y 1625 asistimos a una verdadera plétora de nuevas fundaciones universitarias en la Península Ibérica. Las causas resultan complejas, pero, como hemos dicho, cabe asignar un importante papel a la necesidad de formación de un funcionariado eclesiástico y una burocracia estatal, sobre todo en relación con los estudios jurídicos. Asimismo, hay que contar con los proyectos de defensa y expansión de la fe católica, vinculados a la formación sacerdotal y a los estudios de teología. A ello se añaden los beneficios que al conjunto social podía aportar la educación en general y ciertas enseñanzas como la medicina en particular. Los sentimientos de promoción regional-localista y el de fama póstuma contribuyen a desarrollar un espíritu emulador por parte de los fundadores. De este modo se despliega un abanico de instituciones con patronazgo mayoritario de prelados o eclesiásticos influyentes, seguidas de otras de patronato real directo o incluso debidas a la aristocracia laica. 
Estos nuevos estudios (studia) surgidos entre 1475 y 1625 se acercan más a la tradición parisina que a la boloñesa de las universidades medievales. El modelo que adoptan es el de colegio-universidad o convento-universidad, es decir, consistente en organizar la enseñanza universitaria en el seno de una comunidad de estudiantes escogidos y becados, cortos en número, austeramente gobernados y sujetos a determinados estatutos fundacionales; o bien en el seno de una comunidad religiosa previamente existente. 
De la expansión universitaria del siglo XVI peninsular da idea el hecho de que las aproximadamente ocho universidades con grados reconocidos existentes en 1475 se hubieran convertido en 32 hacia 1625. En dicha fecha, los reinos de la Corona de Castilla totalizan 18 de ellas, entre las que se cuentan las tres llamadas mayores de Salamanca, Valladolid y Alcalá (bula pontificia de erección en 1499 y confirmación real de 1512), además de ocho colegios-universidad y cinco conventos-universidad, correspondiendo a las dos Mesetas (las Castillas) la mitad del monto global. Por su parte, la Corona de Aragón cuenta con once universidades, y de ellas cuatro son conventos-universidad. En el Reino de Portugal existen, por esta época, dos universidades, una de ellas convento. Puede observarse claramente una concentración universitaria en el ámbito meseteño, entre el Duero y el Tajo (corazón de las Castillas), así como en el principado de Cataluña. Además, las proporciones de universidades de orígenes medievales, y de control municipal, son mayores en el caso de la Corona aragonesa, frente a la plétora de las nuevas fundaciones castellanas, muy vinculadas al tipo de colegio-universidad. 
Más concretamente, la expansión universitaria de que venimos hablando registra su plétora entre 1540/45 y 1570/75, ámbito de ebullición religiosa y política en los territorios de la Corona de Castilla. En este breve período se erigen no menos de seis conventos-universidad y cinco colegios-universidad, así como un seminario-universidad y una universidad propiamente dicha. Por el contrario, entre 1475 y 1500 las fundaciones peninsulares habían sido tan sólo una, y de 1500 a 1540 unas seis, centradas en el primer cuarto del siglo, con el mencionado predominio de los colegios-universidades. Decae la expansión entre 1575 y 1600, con el convento-universidad de San Lorenzo del Escorial como única excepción, y de 1600 a 1625 vuelven a erigirse dos conventos-universidad, junto al espaldarazo definitivo de la Universidad de Oviedo, la cual venía gestándose desde 1575. A partir de aquí, y por saturación de la oferta, las nuevas fundaciones decaen considerablemente hasta finales de la siguiente centuria. 

MÉTODOS DE ENSEÑANZA


Enseñanzas y grados

Los estudiantes llegaban a las universidades habitualmente con catorce años o poco más, tras haber iniciado los estudios más rudimentarios con maestros que les enseñaban a leer y escribir y un nivel suficiente de lengua latina. Los primeros años de su vida universitaria se dedicaban a los estudios de Artes, que comprendían el Trivium y elQuadrivium. Cuando se consideraban preparados para superar los exámenes correspondientes (consistentes en la lectio -lectura y repetición memorística comentada- de un texto y su disputatio respondiendo a preguntas que procuraban averiguar si el aspirante lo había comprendido), alcanzaban el título de bachiller, lo que solía ocurrir en un plazo de unos seis años. Era muy habitual abandonar los estudios sin obtener ningún título, y sólo una minoría continuaba con el estudio de las Artes a un nivel superior o con carreras más especializadas: Medicina, Derecho o Teología. Obtener en cualquiera de ellas el título de magister (maestro) permitía dedicarse a la enseñanza universitaria en cualquier universidad (ius o licentia ubique docendi). El título de doctor exigía estudios aún más prolongados, y era habitual que los que se presentaban a tal examen llevaran varias décadas de vida universitaria (el de Artes, más breve, se solía obtener en cuatro o seis años, el de Medicina en diez, el de Derecho en doce o trece, y el de Teología en unos quince). El examen de doctorado, con la misma estructura que los de otros grados, consistía la defensa ante un tribunal de doctores de una tesis cuya originalidad no era el valor más prioritario. Las costosas fiestas y regalos a los que el doctorando estaba obligado actuaban como una barrera para dificultar el acceso al grado superior de la vida universitaria.

Lecciones y libros

Las lecciones universitarias consistían en la lectura más o menos lenta o rápida, literal o glosada con comentarios, de un texto (habitualmente de un clásico más o menos adaptado para su comprensión didáctica) por el profesor (cuya cátedra o silla se convirtió en un sitial elevado sobre un estrado cada vez más prominente, hasta cubrirse de palio y otros adornos a finales de la Edad Media) mientras los alumnos que lo consideraban oportuno tomaban apuntes (llamados relaciones). Era corriente la venta de copias manuscritas baratas en letra minúscula (en pliegos de cuatro folios de piel de carnero, llamados pecias); siendo muy poco corriente antes de la extensión de la imprenta el uso de verdaderos libros, escasos y carísimos ejemplares escritos con buena letra y custodiados en las bibliotecas (donde eran vigilados por los bibliotecarios o estacionarios) o conservados como verdaderos tesoros por un particular.

ORGANIZACION DE LA UNIVERSIDAD MEDIEVAL


Organización y conflictos

Los estudiantes se organizaban, según los estudios que seguían, en facultades. Según el lugar donde recibían las enseñanzas, en colegios mayores y colegios menores adscritos a diferentes y rivales órdenes religiosas, habitualmente abiertos por el mecenazgo de algún donante. La vida universitaria no era barata: debían pagar por su estancia y enseñanza cantidades sólo al alcance de familias ricas, aunque existían estudiantes becados, a los que algún potentado o institución poderosa pagaba los estudios, y muchos otros que seguían los estudios con toda clase de privaciones y alternándolos con todo tipo de oficios o formas más o menos irregulares de obtener dinero, comida, vestido, alojamiento y, en su caso, bebida, diversión y toda clase de vicios (tunos, goliardos). Los estudiantes también se organizaban en naciones, según su lugar de procedencia.
En general los estudiantes becados asistían a Colegios (mayores o menores) en los que una fundación pagaba sus estudios y manutención. Otro modo de estudiar era pertenecer a alguna congregación religiosa y vivir en el convento.
El rector, que podía ser canónigo, doctor o incluso uno de los estudiantes, era elegido en algunas universidades por los procuradores o proctores de cada nación (cuatro en el caso de la Universidad de París), en otras por el claustro de profesores, y en otras por el ayuntamiento (en las de fundación municipal). Enseguida sustituyó al canciller o cancelario designado por el Papa como máximo cargo directivo sobre el conjunto de la Universidad y el claustro. Un decano presidía cada facultad.
Eran habituales los conflictos entre grupos de estudiantes identificados por alguna de esas diferencias. Un fuero o privilegio especial sometía a los estudiantes y profesores a la jurisdicción propia y privativa de la universidad, lo que les protegía en caso de conflicto con las autoridades locales. Algunas Universidades tenían una especie de policía propia y hasta cárcel.