La preocupación por la
evaluación de la calidad de la educación superior surgió en América Latina y el
Caribe en el contexto de la crisis económica que caracterizó a la década pasada
y a la sustitución del concepto de
“Estado benefactor” por el de “Estado evaluador”, y forma parte del llamado
“discurso de la modernización”. Las
restricciones que sufrió el financiamiento público de la educación superior
fueron generalmente asociadas a percepciones sobre su baja calidad y
pertinencia. En el debate actual, la
preocupación por la calidad adquiere también singular relevancia en función de
los fenómenos de la globalización y la competitividad internacional, de los
cuales nuestros países no pueden sustraerse, y que demandan recursos humanos de
la más alta calificación. De ahí que el
tema sobre la calidad de la educación superior ocupe un lugar destacado
en la discusión sobre las políticas en este nivel educativo. Hay quienes afirman que la crisis actual de
la educación superior, que en un momento pudo caracterizarse como una “crisis
de expansión” es hoy día más que todo una “crisis de calidad” y que el reto
fundamental, en este inicio
de siglo, será mejorar substancialmente la calidad de la educación superior. El
tema de la calidad ocupa hoy día un
lugar prioritario en los procesos de transformación universitaria, y forma parte del llamado “nuevo ethos académico”,
que incluye las preocupaciones por la calidad, la pertinencia, la gestión
eficaz y transparente, la fidelidad a las misiones substanciales de la Universidad,
la dimensión internacional del quehacer universitario y el ejercicio de una
autonomía responsable. Preocupaciones,
que a su vez, dan lugar a las llamadas “nuevas culturas”. Se afirma que en la actualidad la evaluación
de la calidad es el eje de las políticas de educación superior.
“La cuestión de la
calidad nos dice Simón Schwartzmann, surge como problema socialmente
significativo cuando los resultados o productos que se obtienen de las
instituciones de educación superior
dejan de corresponder a las expectativas de los diferentes grupos o sectores
que participan de ellas”. “La calidad,
dice Gittow, es el juicio que tienen los clientes o usuarios (estudiantes, padres
de familia, el Estado, la sociedad) sobre un producto o servicio. Es el punto en el que sienten que sobrepasa
sus necesidades o expectativas”. Si bien
el resultado es el foco de atención, el proceso de calidad debe resaltar la necesidad
del pensamiento orientado hacia los procesos de generación de los resultados.
Sin embargo, como lo señalan
varios autores, la preocupación por la calidad ha estado presente desde los
orígenes de las universidades. Frans A.
Van Vught sostiene que el antecedente remoto de lo que hoy denominamos
evaluación por pares puede encontrarse en el sistema autonómico de los Colegios
ingleses y el antecedente de los procesos de evaluación externa lo hallamos en el control que el
Canciller de la Catedral de Notre Dame tenía sobre los programas y los estudios
de la Universidad medieval de París.
Pero, como nos dice Rollin Kent, “los conceptos de calidad, evaluación y
acreditación son recientes en la educación superior latinoamericana y, en
efecto, para la mayoría de los países. Su
introducción implica, en muchos aspectos, una revolución en el terreno de la educación
superior”... “Si bien, en décadas
pasadas, la situación se caracterizó por “la reforma universitaria”, este
concepto que se refería a un movimiento de profesores y estudiantes en contra
de un estado hostil y una sociedad indiferenciada, en situaciones en que la universidad a menudo era el único espacio
libre para grupos de la oposición
política, la reforma se traducía en democratizar la universidad internamente y
en intentos (o sueños) de cambiar la sociedad desde la universidad. En comparación con este concepto de reforma, el
actual debate sobre evaluación y calidad marca un viraje radical. A diferencia de décadas pasadas, ahora
encontramos una sociedad que critica a
la universidad, una universidad que debe rendir cuentas frente a públicos
externos, y un sistema de
educación superior donde actores tradicionalmente excluidos (bajo el concepto
de autonomía) ahora son copartícipes o hasta protagonistas del cambio” La
Reforma de Córdoba de 1918 se propuso redistribuir el poder o el gobierno de la
Universidad para forzar su apertura a las clases medias emergentes; los procesos
de reforma académica de los años 50 y 60 enfatizaron aspectos como la educación
general, la departamentalización, la reinstalación de la ciencia y la investigación
en el quehacer de la Universidad para
superar el sobreénfasis profesionalista heredado del modelo
napoleónico. En la década de los 90 se habla
más bien de procesos de transformación universitaria, encaminada a mejorar la
calidad, la pertinencia, la gestión, el diseño curricular, y los métodos de
enseñanza-aprendizaje.
El especialista
centroamericano, Maestro Francisco Alarcón, Secretario General Adjunto del
CSUCA, se pregunta: ¿Por que evaluar la calidad de la educación superior? Y contesta: Por motivos internos y externos.
Entre los internos menciona:
• La necesidad de
conocer bien las actividades universitarias para administrar eficientemente,
corregir las debilidades y planear el futuro.
• La necesidad de
fortalecer las instituciones y los sistemas universitarios a raíz de la
expansión de la matrícula de las últimas décadas.
• El desarrollo muy
rápido de la ciencia y la tecnología que hace necesario que los programas sean
frecuentemente revisados.
• La necesidad de
asegurarse de la pertinencia social de las actividades universitarias.
• La responsabilidad
que tiene cada universidad de cuidad de la calidad de sus actividades.
Y entre los motivos
externos figuran los siguientes:
• El papel importante
que desempeñan las universidades en el desarrollo de una economía nacional
competitiva.
• La multiplicación de
los intercambios internacionales que hace necesario que las universidades
garanticen la calidad de sus programas y sus grados y títulos.
• La movilidad
profesional y la globalización de la economía que ha acarreado la
uniformización de las normas profesionales.
• El desarrollo de un
mercado internacional en el campo de la educación superior (nuevo tipo de
proveedores).
• La necesidad de dar
cuenta a la sociedad de los fondos invertidos en la
enseñanza superior.
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