viernes, 2 de noviembre de 2012

CALIDAD DE LA EDUCACIÓN SUPERIOR.



La preocupación por la evaluación de la calidad de la educación superior surgió en América Latina y el Caribe en el contexto de la crisis económica que caracterizó a la década pasada y a la  sustitución del concepto de “Estado benefactor” por el de “Estado evaluador”, y forma parte del llamado “discurso de la modernización”.  Las restricciones que sufrió el financiamiento público de la educación superior fueron generalmente asociadas a percepciones sobre su baja calidad y pertinencia.  En el debate actual, la preocupación por la calidad adquiere también singular relevancia en función de los fenómenos de la globalización y la competitividad internacional, de los cuales nuestros países no pueden sustraerse, y que demandan recursos humanos de la más alta calificación.  De ahí que el tema sobre la calidad  de la  educación superior ocupe un lugar destacado en la discusión sobre las políticas en este nivel educativo.  Hay quienes afirman que la crisis actual de la educación superior, que en un momento pudo caracterizarse como una “crisis de expansión” es hoy día más que todo una “crisis de calidad” y que el reto fundamental, en este inicio de siglo, será mejorar substancialmente la calidad de la educación superior. El tema de la calidad ocupa hoy día un  lugar prioritario en los procesos de transformación universitaria,  y forma parte del llamado “nuevo ethos académico”, que incluye las preocupaciones por la calidad, la pertinencia, la gestión eficaz y transparente, la fidelidad a las misiones substanciales de la Universidad, la dimensión internacional del quehacer universitario y el ejercicio de una autonomía responsable.  Preocupaciones, que a su vez, dan lugar a las llamadas “nuevas culturas”.  Se afirma que en la actualidad la evaluación de la calidad es el eje de las políticas de educación superior.  
“La cuestión de la calidad nos dice Simón Schwartzmann, surge como problema socialmente significativo cuando los resultados o productos que se obtienen de las instituciones de educación  superior dejan de corresponder a las expectativas de los diferentes grupos o sectores que participan de ellas”.  “La calidad, dice Gittow, es el juicio que tienen los clientes o usuarios (estudiantes, padres de familia, el Estado, la sociedad) sobre un producto o servicio.  Es el punto en el que sienten que sobrepasa sus necesidades o expectativas”.  Si bien el resultado es el foco de atención, el proceso de calidad debe resaltar la necesidad del pensamiento orientado hacia los procesos de generación de los resultados. Sin embargo, como lo señalan varios autores, la preocupación por la calidad ha estado presente desde los orígenes de las universidades.  Frans A. Van Vught sostiene que el antecedente remoto de lo que hoy denominamos evaluación por pares puede encontrarse en el sistema autonómico de los Colegios ingleses y el antecedente de los procesos de evaluación  externa lo hallamos en el control que el Canciller de la Catedral de Notre Dame tenía sobre los programas y los estudios de la Universidad medieval de París.   Pero, como nos dice Rollin Kent, “los conceptos de calidad, evaluación y acreditación son recientes en la educación superior latinoamericana y, en efecto, para la mayoría de los países.  Su introducción implica, en muchos aspectos, una revolución en el terreno de la educación superior”...  “Si bien, en décadas pasadas, la situación se caracterizó por “la reforma universitaria”, este concepto que se refería a un movimiento de profesores y estudiantes en contra de un estado hostil y una sociedad indiferenciada, en situaciones en que  la universidad a menudo era el único espacio libre para grupos de  la oposición política, la reforma se traducía en democratizar la universidad internamente y en intentos (o sueños) de cambiar la sociedad desde la universidad.  En comparación con este concepto de reforma, el actual debate sobre evaluación y calidad marca un viraje radical.  A diferencia de décadas pasadas, ahora encontramos  una sociedad que critica a la universidad, una universidad que debe rendir cuentas frente a públicos externos, y un sistema de educación superior donde actores tradicionalmente excluidos (bajo el concepto de autonomía) ahora son copartícipes o hasta protagonistas del cambio” La Reforma de Córdoba de 1918 se propuso redistribuir el poder o el gobierno de la Universidad para forzar su apertura a las clases medias emergentes; los procesos de reforma académica de los años 50 y 60 enfatizaron aspectos como la educación general, la departamentalización, la reinstalación de la ciencia y la investigación en el quehacer de la Universidad para  superar el sobreénfasis profesionalista heredado del modelo napoleónico.  En la década de los 90 se habla más bien de procesos de transformación universitaria, encaminada a mejorar la calidad, la pertinencia, la gestión, el diseño curricular, y los métodos de enseñanza-aprendizaje.


El especialista centroamericano, Maestro Francisco Alarcón, Secretario General Adjunto del CSUCA, se pregunta: ¿Por que evaluar la calidad de la educación superior?  Y contesta: Por motivos internos y externos. Entre los internos menciona: 

• La necesidad de conocer bien las actividades universitarias para administrar eficientemente, corregir las debilidades y planear el futuro.
• La necesidad de fortalecer las instituciones y los sistemas universitarios a raíz de la expansión de la matrícula de las últimas décadas.
• El desarrollo muy rápido de la ciencia y la tecnología que hace necesario que los programas sean frecuentemente revisados.
• La necesidad de asegurarse de la pertinencia social de las actividades universitarias.
• La responsabilidad que tiene cada universidad de cuidad de la calidad de sus actividades.
Y entre los motivos externos figuran los siguientes:
• El papel importante que desempeñan las universidades en el desarrollo de una economía nacional competitiva.
• La multiplicación de los intercambios internacionales que hace necesario que las universidades garanticen la calidad de sus programas y sus grados y títulos.
• La movilidad profesional y la globalización de la economía que ha acarreado la uniformización de las normas profesionales.
• El desarrollo de un mercado internacional en el campo de la educación superior (nuevo tipo de proveedores). 
• La necesidad de dar cuenta a la sociedad de los fondos invertidos en la
enseñanza superior.

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